Apóstol Simón Pedro
Apóstol Pedro
(Introducción)
El Apóstol Simón Pedro es muy importante en la historia de la iglesia ya que Jesus se la dejo encomendad, junto con San Pablo son personajes los cuales la iglesia se guía por su ejemplo de entrega a Cristo.
Sabes que Cualquier duda puedes dejarla en los comentarios que sera respondida.
Apóstol Simón Pedro
Apóstol de Jesucristo y
primer jefe de su Iglesia. Era un pescador del mar de Galilea, hasta que dejó
su casa de Cafarnaúm para unirse a los discípulos de Jesús de Nazaret en los primeros momentos de su predicación; junto con él se
unieron a Jesús otros pescadores de la localidad, como su propio hermano Andrés
y los dos hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, todos los cuales formaron parte
del núcleo originario de los doce apóstoles.
San Pedro carecía de
estudios, pero pronto se distinguió entre los discípulos por su fuerte
personalidad y su cercanía al maestro, erigiéndose frecuentemente en portavoz
del grupo. A través de los evangelios puede trazarse
un perfil bastante completo de su personalidad. Pedro es sencillo, generoso e
impulsivo en sus intervenciones, que a veces denotan una incomprensión del
auténtico mensaje del maestro. Jesús, por su parte, muestra por Simón una
predilección que aparece patente desde el primer encuentro. Junto con Santiago
Apóstol y San Juan Evangelista,
Pedro participaba en toda la actividad de Jesús, asistiendo incluso a episodios
íntimos de los que quedaban excluidos los demás apóstoles. En Cafarnaúm, Jesús
debió ser a menudo huésped de la familia de la que procedía la mujer de Pedro.
El sobrenombre de Pedro se lo puso Jesús al señalarle como la
«piedra» (petra en
latín) sobre la que habría de edificar su Iglesia. En Cesarea de Filipos, al
nordeste del lago Tiberíades, tuvo lugar el episodio en que San Pedro afirmó la
divinidad de Jesús: "Tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo" (Mat. 16,
16). Jesús juzgó la afirmación como efecto de una iluminación de lo alto y
confirió a Pedro la máxima autoridad: "Bienaventurado eres tú, Simón, hijo
de Jonás, porque no te ha revelado eso la carne y la sangre, sino mi Padre que
está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro, y que sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia; las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te
daré las llaves del reino de los cielos. Y todo lo que atares sobre la tierra
será también atado en los cielos; y todo lo que desatares sobre la tierra, será
también desatado en los cielos" (Mat. 16, 17-19).
Personalidad impetuosa y sincera, San Pedro tuvo también
momentos de debilidad. Según el relato evangélico, San Pedro negó hasta tres
veces conocer a Jesús la noche en que éste fue arrestado, cumpliendo una
profecía que le había hecho el maestro; pero, arrepentido de aquella negación,
su fe ya no volvió a flaquear y, después de la crucifixión y la resurrección,
fue privilegiado con la primera aparición de Jesús y se dedicó a propagar sus
enseñanzas.
Tras la muerte de Jesús (hacia el año 30 d. C.), San Pedro se
convirtió en el líder indiscutido de la diminuta comunidad de los primeros
creyentes cristianos de Palestina por espacio de quince años: dirigía las
oraciones, respondía a las acusaciones de herejía lanzadas por los rabinos
ortodoxos y admitía a los nuevos adeptos (incluidos los primeros no judíos).
Hacia el año 44 fue encarcelado por orden del rey Herodes
Agripa, pero consiguió escapar y abandonó Jerusalén, dedicándose a propagar la
nueva religión por Siria, Asia Menor y Grecia. En esa época, probablemente, su
liderazgo fue menos evidente, disputándole la primacía entre los cristianos
otros apóstoles, como Pablo o Santiago. Asistió al llamado Concilio de
Jerusalén (48 o 49), en el cual apoyó la línea de San Pablo de
abrir el cristianismo a los gentiles, frente a quienes lo
seguían ligando a la tradición judía.
Los últimos años de la vida
de San Pedro están envueltos en la leyenda, pues sólo pueden reconstruirse a
partir de relatos muy posteriores. Posiblemente se trasladó a Roma, donde
habría ejercido un largo apostolado justificativo de la futura sede del Papado:
la Iglesia romana considera a San Pedro el primero de sus papas. Allí fue
detenido durante las persecuciones de Nerón contra
los cristianos, y murió crucificado. Una tradición poco contrastada sitúa su
tumba en la colina del Vaticano, lugar en donde el emperador Constantino hizo
levantar en el siglo IV la basílica de San Pedro y San Pablo.
Las
epístolas de San Pedro
Las dos epístolas de San Pedro que se conservan forman parte, en
el Nuevo Testamento, de las siete epístolas llamadas católicas que siguen a las
catorce de San Pablo. La primera fue escrita en lengua griega, tal vez en el
año 64, y va dirigida a los hebreos dispersos del Ponto, de Galacia, Capadocia,
Asia y Bitinia. Está fechada en Babilonia (V, 13), topónimo que, como en el Apocalipsis,
indica tal vez Roma. Destaca en ella un parecido de pensamientos, de
expresiones y de enseñanzas con las epístolas de San Pablo. Enérgica, vehemente
y densa en sentencias, su estilo es conciso, elevado, autoritario y dulce a un
mismo tiempo.
El propósito de la carta es exhortativo. En una primera serie de
exhortaciones, San Pedro expone la dignidad del cristiano, la sublimidad de su
vocación y la santidad de la vida que debe ser su consecuencia (I, 1-II, 10).
Desde el capítulo II, 11 al IV, 6, con graciosas comparaciones, el apóstol
recomienda obediencia, paciencia, respeto a la autoridad, amor a los enemigos y
concordia entre los hermanos. La tercera y última parte (IV, 7-V, 14) contiene
instrucciones para una vida pura y santa, primero para todos indistintamente y
después para los pastores de almas en particular. En toda la epístola está
presente Jesucristo, con sus padecimientos y sus consejos.
Muy bien desarrollado el tema
ResponderEliminarMuy buen tema pude saber quien fue el apóstol Pedro
ResponderEliminarGena tema ya que nos explica más a detalle la vida Simón Pedro y de como fue con Jesús
ResponderEliminar